¿QUÉ ES LA VIDA?

Publicado en por SEICHO-NO-IE DE ESPAÑA

 

¿QUÉ ES LA VIDA?

 

 

Las percepciones físicas son imperfectas.

Cuando percibimos la existencia de la Vida inextinguible, se abre un mundo nuevo.

Pero ¿Dónde está esa Vida inextinguible?

Tenemos la certeza de que ella no está en nuestra vida carnal, por lo tanto, está claro que no es parte del cuerpo físico.

En esta vida no existe ningún animal que no muera, por lo tanto, la Vida inextinguible no se refiere a la vida material.

Entonces ¿Qué es lo que constituye una Vida que jamás se extingue?

Cuando analizamos esta cuestión, es ineludible admitir la existencia de una Vida que no está constituida de materia. Pero… ¿Existirá esa Vida?  Teóricamente, sí.

Como ya dijimos en el capítulo anterior, no vemos ni oímos la totalidad de las cosas existentes en el Universo. Ya explicamos que existen estrellas cuyas luces no podemos alcanzar a ver. Nuestros cinco sentidos no captan de ninguna manera todas las existencias,  tal como ellas se manifiestan.

Por ejemplo, el murciélago emite ondas ultra-sónicas dentro de su cueva que por medio de la resonancia hacen que perciba paredes, objetos y demás. Por eso, el murciélago consigue volar con soltura dentro de una cueva totalmente oscura.

Pero el ser humano no posee ningún órgano sensorial capaz de captar esas ondas ultra-sónicas.

Los ojos del perro son incapaces de distinguir los colores, no puede percibir la belleza de los colores de una flor. En compensación, su hocico es capaz de distinguir pequeñísimos olores, que al ser humano le es imposible. El ser humano percibe que existen diferencias personales en el aroma de los cuerpos, pero para un perro la diferencia de aroma del cuerpo es más evidente, incluso sabe que el aroma humano difiere conforme a las partes del cuerpo. El aroma de las manos difiere del aroma  de los pies, incluso de una misma persona. Podemos decir que para el perro, el ser humano es una acumulación de varios olores.

 

El superhombre, el hombre espiritual y el hombre común.

            Como vemos, cuando el órgano sensorial posee diferentes facultades, el mundo reconocido por un ser es muy diferente del captado por otro, incluso entre seres tan próximos como ser humano y perro. Naturalmente, para el caballo y el buey, el mundo debe ser aún más diferente; para el ratón de campo, la lombriz y la babosa, el mundo que ellos reconocen debe ser enteramente extraño al ser humano.

            Es posible, que pensemos en la hipótesis de la existencia de una especie de superhombre dotado de órganos y sentidos muy superiores a los del ser humano. Si, por casualidad, ese superhombre viniese a habitar nuestro planeta, él pasaría por experiencias muy diferentes a las de un ser humano común. Las personas comunes piensan que nada queda después de la muerte del cuerpo carnal, pero el superhombre consigue ver la partida de un cuerpo espiritual saliendo del cuerpo carnal sin vida, que pasa a vivir en un mundo inmaterial denominado mundo espiritual.

            Normalmente, denominamos como “hombre del mundo espiritual” a ese superhombre. No podemos afirmar con seguridad que no exista ese tipo de superhombre capaz de captar las ondas espirituales que trascienden las ondas materiales.

            Tal vez alguien nos pregunte: ¿Dónde están y qué aspecto tienen esas ondas inmateriales?. No podemos dar respuesta a esa pregunta, aquí y ahora. Porque nuestros órganos sensoriales comunes no fueron creados para ver y sentir esas ondas. Nuestras sensaciones son limitadas, podemos captar algunas, pero otras no. Si no fuera así, nuestra vida no transcurriría con normalidad.

            Por ejemplo, supongamos que estuviésemos dotados de un “ojo omnipotente”, que consiguiera ver todo. Veríamos además de la piel, las vísceras de todas las personas. Veríamos todo lo que hay dentro de su cartera. Sería como sí todos fuéramos el “Rey desnudo”, de la historia con el mismo nombre. Podríamos ver hasta los huesos, por eso sería como sí al caminar fuésemos esqueletos. Veríamos el valle existente detrás de los montes y hasta ciudades ubicadas al otro lado del planeta. Todo esto convertiría el mundo en lugar confuso y sin orden. Tampoco sería posible decir: “Voy a vestir hermosas y elegantes ropas para ocultar los defectos de mi cuerpo”. Probablemente, las salas de cine irían a la suspensión de pagos porque desde la calle las personas podrían ver perfectamente la película. Los actos íntimos en cuartos cerrados también serían imposibles, porque serían vistos por todos. Con seguridad nuestra vida cotidiana sufriría un cambio radical.

 

Las clases de la vida.

            Lo mismo se puede decir con relación al sonido y al olor. La limitación de nuestra capacidad sensorial es porque proporciona un determinado orden en nuestra vida. Si esa limitación desapareciese, sería un caos. Por eso no hay necesidad de ver y oír todo. La religión no tiene como objetivo dar a las personas esa súper capacidad sensorial. La magia y el milagro son algo innecesario. Es muchísimo más feliz quien se dedica a llevar una vida común y normal. Por lo tanto, cuando abordamos el asunto de la súper capacidad sensorial, no queremos agudizar la ambición de las personas en el sentido de obtener esa capacidad.

            Por ejemplo, supongamos que varias clases de curso primario estén estudiando simultáneamente: La clase A recibe clase de matemáticas; la clase B de lengua materna; y la clase C de dibujo. Los alumnos de la clase A deben dedicarse exclusivamente a las matemáticas y no dispersar su atención con lengua materna o dibujo. Pero y… ¿Si esos alumnos tuvieran capacidad de ver y oír todo lo que pasa en las clases B y C? Probablemente, no podrían concentrar la atención en la clase de matemáticas. Para que todos puedan concentrarse solamente en el tema de su clase las salas están separadas por paredes.

            Ocurre lo mismo con nuestra vida. Si pudiéramos ver y oír absolutamente todo, seríamos incapaces de concentrar la atención en los estudios. La vida no tendría sin sentido, ni alegría, sí viviéramos en medio de un torbellino de sonidos y colores. Por eso es que llevamos una vida carnal, vivimos una vida limitada por la capacidad de nuestros órganos sensoriales. No vemos todo lo que existe. No acompañan acontecimientos que ocurren en ambientes diferentes (como las clases de la escuela de primaria).

            De esta manera podemos llegar al fin de la “clase” de forma ordenada, es decir, al fin del ciclo de la vida carnal.

 

La vida inmortal y el cuerpo carnal.

            Cuando pensamos, erróneamente, que nuestra vida se resume a nuestro cuerpo carnal, nos encontramos con la siguiente duda: ¿Para que vivimos esta vida? Cuando la persona tan sólo consigue ver y oír el mundo a su alrededor, tiende a pensar que no existe nada más que eso, sin embargo, eso no es verdad. Debe existir otra vida, pues de lo contrario, la vida que vivimos perdería el significado, ni tendría sentido vivirla, no habría nada que fuera absolutamente valioso.

            Por eso, debemos abandonar la interpretación arbitraria de que existe sólo esta vida. No debemos pensar que todo termina con la muerte carnal, porque ella es sólo el fin de las clases de un ciclo. En el momento en que conseguimos pensar de esta manera, descubrimos que puede existir vida después de la muerte y podemos admitir la existencia de una vida inmortal, muy diversa de la vida efímera, que desaparece junto con la extinción del cuerpo carnal.

            Como consecuencia, estamos obligados a pensar separadamente sobre nuestro cuerpo carnal y sobre nosotros mismos. Hasta ahora, pensábamos que nosotros éramos el cuerpo carnal, pero tenemos que concluir que nuestra vida es algo mucho más libre, con un campo de actividad inmensamente amplio, trascendiendo todo. Esta conclusión no es entristecedora ni problemática, es una extraordinaria buena-nueva.

¡Cuántas personas vienen sufriendo, sujetas a la idea de que ellas son sólo el cuerpo carnal!

El ser humano se entristece cuando piensa que él es tan sólo ese cuerpo insignificante y feo. Realmente, el cuerpo carnal es insatisfactorio.

¿Cuántas personas se sienten plenamente satisfechas con el cuerpo actual?

Probablemente, nadie. Basta examinar tan sólo el rostro, cuyos defectos, esas personas conocen más que nadie, constantemente están deseando intercambiar su rostro por otro mejor. Se quejan también de las piernas, o porque son demasiado cortas, demasiado largas o patizambas, y así sucesivamente.

“Si me hubieran dado un cerebro un poco mejor, no estaría sufriendo así... Creo que nací con esta cabeza porque mi padre no se esmeró a la hora de ponerme en el mundo...” – de esta manera, es como piensan algunos jóvenes.

 

¿Cuál de estas concepciones de vida tenemos que escoger?

            Todo esto resulta de la fijación por el cuerpo, una ilusión que nace de la idea de que “yo soy el cuerpo carnal”. Sin embargo, nada trae más satisfacción que la idea de que el ser humano es diferente a su cuerpo carnal y que es posible intercambiar este cuerpo físico y el cuerpo espiritual muchas veces. Podemos decir, que tenemos un futuro inmenso y brillante. No somos seres insignificantes, limitados a nuestro cuerpo carnal. Utilizaremos, libremente otros cuerpos carnales, seremos el superhombre, el hombre-dios caminando libremente por el cielo y por la tierra.

            Es así, que es posible por primera vez, descubrir una vida con significado, siendo posible vivir la Vida eterna; esta Vida eterna tiene valor absoluto.

            Si no fuera así:

¿Cómo sería el hombre? Desaparecería simplemente, con la destrucción del cuerpo carnal. ¿Qué valor habría en eso? Ni su vida, ni la vida ajena, nada tendría valor verdadero, sería imposible sentir verdadera alegría, aunque le fueran concedidos honores, promociones y aumento de los bienes materiales.

Al no sentir satisfacción en vivir, la persona pasaría a actuar en la marginalidad, a vivir a la búsqueda de placeres físicos o a participar en actividades subversivas.

            Es posible, pues, pensar de dos maneras: que la vida no deja de ser un viaje en dirección a la muerte o que la vida es una de las fases de la Vida eterna. O se considera la vida material como todo, o se admite la existencia de un mundo que trasciende la vida material. Las personas, o escogen una de esas interpretaciones o no se definen por ninguna de ellas y llevan una vida llena de dudas, sin ninguna concienciación.

            Está claro que el ser humano es libre para escoger su camino, pero también es cierto que, sin una concepción de la vida basada en la Vida eterna, el ser humano no descubrirá el verdadero significado de vivir. No descubrirá tampoco el valor absoluto y es evidente que no percibirá aquello que es más importante en la vida. En ese caso, será difícil afirmar que él llevó una vida feliz.

Fue, en realidad, un infeliz, utilizando la expresión pragmática de William James.

Por lo anteriormente expuesto podemos concluir que la concepción de la Vida basada en la Vida eterna es verdadera.

 

Buscando la Verdad

            Alguien podrá decir que esto no es suficiente para definir cual concepción de vida escoger. Entonce, pensemos donde se localiza la Verdad dentro de nuestra mente.

Finalmente, que buscamos:

¿La Verdad o la mentira? Naturalmente, responderán que es la Verdad. Pero, entre tantas personas, ¿No existirán algunas que buscan la mentira? ¿No habrá excepciones? Pero, parece que no las hay.

            La razón, de esto, es que la propia naturaleza humana está constituida de la Verdad. El ser humano es maravilloso. En él se aloja la Verdad y, por eso, la busca incesantemente. Cuando encuentra esa Verdad, su alma se llena de satisfacción, jamás se contenta con la mentira. No hay excepción en eso. Podemos afirmar que el ser humano es infeliz mientras no descubre la Verdad y que su felicidad está en conseguir encontrarla y adentrarse en ella en cuerpo y alma.

            En ese caso, es falso afirmar que descubrió la Verdad aquel que considera al ser humano como cuerpo carnal, infeliz y sin alegría. El ser humano busca algo, ese algo es la Verdad, lo real, lo obvio. Cuando lo consigue, él se alegra, no existe excepción en esta naturaleza fundamental del ser humano.

            No buscamos la muerte, no existe una sólo persona que quiera morir o enfermar. A  veces, alguien se suicida o declara que desea quedarse enfermo, pero esto es debido a la desesperación o porqué, cansado de vivir, ansía por la tranquilidad eterna y se ilusiona pensando en encontrarla en la muerte. En el fondo, esa persona, no desea la muerte o la enfermedad, en el fondo de su alma, lo que busca realmente es la Vida eterna y la salud absoluta. Sí el hombre busca la Verdad, entonces, está claro que la Vida eterna y la salud constituyen la Verdad. No sé como sería sí todas las personas estuvieran buscando la mentira, pero, como toda la humanidad está buscando la Verdad, las conclusiones de que la Vida es eterna, de que el ser humano es inmortal y de que no es cuerpo carnal, pertenecen a la Verdad.

            No debemos considerar una insensatez pensar que somos Vida eterna. Este es un deseo muy natural de millones de personas, todas desean esto interiormente, porque es la pura Verdad. Exactamente por ser la Verdad, las personas rechazan la muerte, la temen, la odian, porque la muerte contraría la verdadera naturaleza humana. Si la muerte y la enfermedad formaran parte de la naturaleza fundamental del ser humano, si fueran perfectamente naturales, el ser humano las recibiría con mejor disposición. Ocurre que, la muerte y la enfermedad, van contra la naturaleza humana, son antihumanas por excelencia y por eso fueron siempre repudiadas, temidas y repelidas. Sin embargo, por algún engaño, el ser humano pasó a cometer el error de pensar que “es perfectamente natural que todo hombre muera”, encontrándose ahí la gran ilusión de la humanidad.

 

Libro Texto: Así se Concretiza el Bien de la 23 a al 30

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